Nueva liturgia

El 3 de abril de 1969, el Papa Pablo VI promulgaba la Constitución apostólica Missale Romanum, que publicaba dos documentos relacionados con la reforma del ritual de la Misa: el Institutio generalis missalis romani y el nuevo Ordo missae. La edición latina del nuevo misal romano se publicó definitivamente el 11 de mayo de 1970.

Nuestra evaluación del Novus ordo Missae retoma las bases del Breve examen crítico presentado al Papa Pablo VI por los Cardenales Ottaviani y Bacci. Constatamos que el nuevo rito “se aleja de manera impresionante, en el conjunto como en el detalle”[1 ] de la definición católica de la Misa, considerada en sus cuatro causas: material (la Presencia real), formal (la naturaleza sacrificial), final (el fin propiciatorio) y eficiente (el sacerdocio del sacerdote).

Esta falla grave impide ver este nuevo rito como legítimo y autoriza incluso a dudar de la validez de las celebraciones en más de un caso. Las misas celebradas en conformidad con el Novus ordo no son solamente menos buenas que las celebradas según el Ordo tradicional de San Pío V; son malas, debido al alejamiento señalado.

En el interrogatorio del 11 y el 12 de enero de 1979, a la pregunta formulada por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe:
 

¿Sostiene usted que un fiel católico puede pensar y afirmar que un rito sacramental, en particular el de la misa aprobada y promulgada por el Soberano Pontífice pueda no ser compatible con la fe católica o favens haeresim?”

Mons. Lefebvre respondió:
 

Este rito en sí no profesa la fe católica de una manera tan clara como el antiguo Ordo missae y por lo tanto puede favorecer la herejía. Pero no sé a quién atribuirlo, ni si el Papa es responsable de él. Lo que es asombroso es que un  Ordo missae de sabor protestante y por lo tanto favens haeresim haya podido ser difundido por la curia romana”.[2 ]

La problemática de esta nueva misa

La Misa es un rito, es decir, un conjunto de signos (gestos y palabras) donde cada uno, aunque necesario, no es suficiente y debe converger con todos los demás para afirmar la doctrina. Reprochamos al nuevo rito no el negar explícitamente tal punto de la doctrina, como lo haría una proposición herética, sino el haber alterado el conjunto de todos los signos que constituyen el rito, de manera que la doctrina ya no se afirma tan suficientemente más que por el pasado.

Por ejemplo, para significar la adoración para con la Presencia real, ¿por qué se pasó de catorce  genuflexiones a tres? En el marco de un rito sacramental, la elocuencia del signo pasa por la multiplicación suficiente de los gestos. En este plano del signo, la disminución de las genuflexiones en el marco de la nueva misa equivale a una omisión, que borra la expresión de la doctrina. Sobre todo porque estas tres genuflexiones, ahí donde se dejaron (dos después de la elevación y ya no antes de ésta y una antes de la comunión de los fieles) presentan un sentido equívoco: ya no se ve si expresan la presencia real eucarística en el sentido estricto, o la presencia espiritual y mística de Cristo en la asamblea, que es el resultado de la fe de los fieles.

Criticamos a lo largo de este rito las omisiones por disminución que acaban por oscurecer la expresión de la fe católica. Incluso si han podido traer a la memoria tal o cual punto de la doctrina tradicional, las precisiones magisteriales posteriores (el Nuevo Catecismo de 1992, la encíclica Ecclesia de eucharistia de 2003, el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica de 2005, la exhortación postsinodal Sacramentum caritatis de 2007) no podrían tener valor de argumento para justificar la nueva misa, ya que ésta sigue, a pesar de todo, tal cual, como rito significante, con su profunda deficiencia.

La codificación del rito de la Misa, llevada a cabo por San Pío V, había dado como resultado poner en relieve los aspectos de la fe católica que negaba la herejía protestante y que ya habían sido explicitados por la Tradición. La reforma litúrgica llevada a cabo por Pablo VI dio como resultado ocultar estos mismos aspectos. El Misal de Pablo VI, por lo tanto, no vino a precisar el de San Pío V. Se alejó de él, en el sentido de que hizo oscuro y ambiguo lo que el Misal de San Pío V había aclarado y explicitado. Y si se objeta que la reforma litúrgica de Pablo VI habría querido explicitar otros aspectos que permanecían nebulosos hasta ahora, contestamos que una nueva explicitación no puede cuestionar la explicitación ya consumada.

Por consiguiente, la nueva misa no es buena, en el sentido de que está privada de las explicitaciones necesarias para la expresión íntegra de la fe católica. Debido a esta deficiencia intrínseca, no podría ser objeto de una ley que obligara como tal a toda la Iglesia. De hecho, la ley litúrgica tiene por objeto proponer con autoridad el bien común de la Iglesia y todo lo que se requiere de ella. La nueva misa de Pablo VI, al representar la privación de este bien, no podría ser objeto de una ley: no solamente es mala sino también ilegítima, a pesar de todas las apariencias de legalidad de las que se le haya podido rodear y de las que se le rodea aún.


Para ir más lejos:

 

  • Cardenales Ottaviani y Bacci, Bref examen critique du Novus ordo missae [Breve examen crítico del Novus ordo missae], Fundación “Lumen gentium”, Vaduz (Liechtenstein).
  • Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Le Problème de la réforme liturgique [El problema de la reforma litúrgica], Clovis, 2001.
  • La Messe en question. Actes du Ve Congrès théologique de Si Si No No, Paris, 12-13-14 avril 2002 [La Misa en cuestión. Actas del Quinto Congreso teológico Sí Sí No No, París, 12-13-14 de abril de 2002], Courrier de Rome, 2002.
  • « Mgr Lefebvre et le Saint-Office » [Mons. Lefebvre y el Santo Oficio], Itinéraires  núm. 233 de mayo de 1979, pp. 146-147.
  • Padre Grégoire Célier, La Dimension œcuménique de la réforme liturgique [La dimensión ecuménica de la reforma litúrgica], Fideliter, 1987.
  • Mons. Marcel Lefebvre, La Messe de toujours [La Misa de siempre], presentado por el Padre Patrick Troadec, Clovis, 2005, pp. 316-332.
  • Louis Salleron, La Nouvelle Messe [La Nueva Misa], Itinéraires, 2.a edición, 1976.
  • Arnaldo Xavier da Silveira, La Nouvelle messe de Paul VI : qu’en penser ?, [La nueva misa de Pablo VI: ¿qué pensar de ella?] Diffusion de la Pensée Française [Difusión del Pensamiento Francés], Chiré-en-Montreuil, 1975.
  • 1Cardenales Ottaviani y Bacci, « Préface au pape Paul VI » [Prefacio al Papa Pablo VI] en Bref examen critique du Novus ordo missae [Breve examen crítico del Novus ordo missae], Ecône, p. 6.
  • 2« Mgr Lefebvre et le Saint-Office » [Mons. Lefebvre y el Santo Oficio], Itinéraires núm. 233 de mayo de 1979, pp. 146-147.