Magisterio

El discurso del Papa Juan XXIII durante la apertura del Concilio Vaticano II (el 11 de octubre de 1962),[1 ] la alocución del mismo dirigida al Sacro Colegio el 23 de diciembre de 1962,[2 ] y el discurso de Benedicto XVI del 22 de diciembre de 2005[3 ] indican la intención del Concilio, que debe corresponder a la de un “Magisterio pastoral.” El Vaticano II quiso expresar la fe de la Iglesia siguiendo los modos de búsqueda y de formulación literaria del pensamiento moderno, y redefinir la relación de la fe de la Iglesia con respecto a ciertos elementos esenciales de dicho pensamiento.

  • 1“Este precioso tesoro, no sólo debemos guardarlo como si no estuviéramos preocupados más que por del pasado, sino que debemos poner manos a la obra, con alegría y sin miedo, según lo exige nuestra época, siguiendo la ruta por la que la Iglesia camina desde hace casi veinte siglos. Tampoco tenemos como primer objetivo discutir sobre ciertos capítulos fundamentales de la doctrina de la Iglesia, y por lo tanto repetir más ampliamente lo que los Padres de la Iglesia y los teólogos antiguos y modernos ya han dicho. Pensamos que ustedes no ignoran esta doctrina y que está grabada en sus mentes. De hecho, si se hubiera tratado únicamente de discusiones de esta clase, no habría habido necesidad de reunir un concilio ecuménico. [...] Es necesario que [...] esta doctrina segura e inmutable, que debe ser respetada fielmente, sea profundizada y presentada de manera que responda a las exigencias de nuestra época. De hecho, otro es el depósito de la fe en sí mismo, es decir, las verdades contenidas en nuestra venerable doctrina, y otra es la forma en la que estas verdades se enuncian, conservando en ellas sin embargo el mismo sentido y el mismo alcance. Se necesitará conceder una gran importancia a esta forma y trabajar pacientemente, si es necesario, en su elaboración; y se deberá recurrir a una manera de presentar lo que corresponde mejor a una enseñanza de carácter sobre todo pastoral.”(DC núm. 1387 del 4 de noviembre de 1962, cols. 1382-1383).
  • 2“El objeto esencial –decíamos en ese discurso de apertura solemne del Concilio– no es pues una discusión sobre tal o cual artículo de la doctrina fundamental de la Iglesia, discusión que retomaría ampliamente las enseñanzas de los Padres y de los teólogos antiguos y modernos para semejante empresa. En verdad, no se necesitaba un concilio, pero esta [doctrina] debe ser estudiada y expuesta siguiendo los modos de búsqueda y de formulación literaria del pensamiento moderno, rigiéndose, para las formas y las proporciones, por las necesidades de un Magisterio cuyo carácter es sobre todo pastoral.”(DC núm. 1391 del 6 de enero de 1963, col. 101).
  • 3“El paso que dio el Concilio hacia la época moderna, que de manera bastante vaga fue presentado como una ‘apertura al mundo’ pertenece en definitiva al problema eterno de la relación entre la fe y la razón, que se presenta bajo formas siempre nuevas. [...] El Concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, reinterpretó o incluso corrigió ciertas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad, en cambio mantuvo y profundizó su naturaleza íntima y su verdadera identidad.” (DC núm. 2350 del 15 de enero de 2006, cols. 59-63).

¿Qué significado exacto conviene dar a este nuevo Magisterio pastoral, deseado por Juan XXIII? Benedicto XVI quiso dar la interpretación más auténtica del propósito de Juan XXIII, y lo hizo en lo que todo el mundo considera como el discurso clave de su pontificado. Al seguir “los modos de búsqueda y de formulación literaria del pensamiento moderno”, el Concilio Vaticano II, nos dice, quiso cambiar la definición de la relación que debe existir entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos propios del pensamiento moderno. Así pues, no se trata de expresar la misma definición en términos diferentes. Sin lugar a dudas, se trata de cambiar la definición.

No es solamente que cambie la forma del discurso; es su fondo y su sustancia, sobre el punto preciso que compromete los principios de la fe católica con respecto al pensamiento moderno. Prueba de ello es que esto llevó al Concilio a “volver a interpretar” o a “corregir” ciertas decisiones históricas, al punto de dar la apariencia de una cierta discontinuidad.
 

El Concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, reinterpretó o incluso corrigió ciertas decisiones históricas, pero dentro de esta aparente discontinuidad, en cambio mantuvo y profundizó su naturaleza íntima [de la Iglesia] y su verdadera identidad”.[4 ]

Más allá de la discontinuidad aparente, la continuidad real sería la
 

del único sujeto-Iglesia que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece con el tiempo y que se desarrolla, que sin embargo continúa siendo siempre el mismo, el único sujeto del Pueblo de Dios en marcha”.[5 ]

Unidad de la definición

Notemos simplemente aquí que la unidad de la Iglesia no se puede definir solamente como la unidad de un mismo sujeto en el transcurso del tiempo. Ya que la unidad de la Iglesia no es solamente de orden cronológico. Más profundamente, se trata de la unidad de la fe, la unidad del mismo sentido de la misma verdad revelada por Dios. Así pues, se trata de la unidad de la misma definición de los mismos principios que deben regir la relación de la fe de la Iglesia con respecto al mundo, tanto en la época moderna como en todas las épocas anteriores. Si se cambia esta definición, se pone en tela de juicio la unidad. La discontinuidad de la que habla Benedicto XVI corre el riesgo de no ser solamente aparente.

La novedad que implica este cambio de definición se observa en ciertos puntos, y constituye la respuesta esperada por “tres círculos de cuestiones”:
 

  • en primer lugar, había que definir de una manera nueva la relación entre la fe y las ciencias modernas.
     
  • En segundo lugar, había que definir de una manera nueva la relación entre la Iglesia y el Estado moderno.
     
  • En tercer lugar, se planteaba el problema de la tolerancia religiosa, que exigía una nueva definición de la relación entre la fe cristiana y las religiones del mundo. En particular, había que evaluar y definir de una manera nueva la relación entre la Iglesia y la fe de Israel.[6 ]

Estas tres cuestiones no son en realidad sino una sola: Benedicto XVI la resume perfectamente, diciendo que sobre estos tres puntos “el Concilio debía determinar de una manera nueva la relación entre Iglesia y edad moderna”.[7 ]

Cambio de esencia

Es justamente esta novedad (tal como aparece en los pocos puntos señalados) la que plantea un problema. Lo nuevo se define con relación a lo antiguo. Nuevo y antiguo no son solamente otros según el tiempo; también son diferentes, es decir, otros según la esencia.[8 ] Cuando lo nuevo sucede a lo antiguo, la relación entre los dos es aquella que existe entre dos definiciones, donde una abroga a la otra y la reemplaza. El paso de lo antiguo a lo nuevo es la medida de un cambio de esencia o de definición.

Y, de hecho, vemos claramente que, al menos en dos de los tres puntos citados anteriormente, el Vaticano II adoptó definiciones diferentes de las aceptadas hasta ahora.
 

  • La declaración Dignitatis Humanae y la constitución Gaudium et spes dan una definición diferente sobre la relación entre la Iglesia y el Estado moderno de la que se enseña en Quanta cura y en Quas primas. En lugar de condenar como Pío IX, León XIII y Pío XI el principio de la libertad religiosa y del indiferentismo de los Estados, el Vaticano II lo adopta.
     
  • La constitución Lumen gentium, el decreto Unitatis redintegratio y la declaración Nostra aetate dan una definición diferente de la relación de la fe cristiana y de las otras religiones de aquella que se enseña en el Syllabus, Satis cognitum y Mortalium animos. En lugar de condenar, como los Papas anteriores, el principio de un cierto valor salvífico de las religiones no católicas, el Vaticano II adopta.

Relación con respecto a las sociedades civiles

El propósito de Juan XXIII se ve de este modo confirmado, a la luz del de Benedicto XVI. Lo que el Concilio hizo y que nos describe el Papa actual demuestra a posteriori lo que el Concilio quiso hacer. El Concilio adoptó en algunos puntos enseñanzas nuevas, abandonando la manera en la que la Iglesia concebía hasta ahora su relación con respecto a las sociedades civiles y a las otras religiones y adoptando concepciones contrarias. En este sentido, como lo explica ya el Cardenal Ratzinger, las declaraciones de los Papas del siglo pasado sobre la libertad religiosa y las decisiones antimodernistas de principios de este siglo han sido sobrepasadas, después de haber cumplido con su deber pastoral en un momento preciso.[9 ]

Esta misma constatación se encuentra en el Discurso pontifical del 22 de diciembre de 2005, que razona como si toda decisión, por el solo hecho de que pertenece a la historia, no podría referirse sino una materia contingente y expresar una verdad solamente relativa a las circunstancias. Aunque, desde luego, los principios que se aplican en materia contingente (como los que fundan toda la ​​doctrina social de la Iglesia) no son contingentes.

Relativismo doctrinal

El hecho de este relativismo doctrinal aclara la intención inicial descrita por Juan XXIII: el hecho de que el Concilio haya querido proponer la doctrina de la fe según los modos de búsqueda del pensamiento moderno significa, sin lugar a dudas, que el Concilio quiso proponer la fe tomando el pensamiento moderno como modo de búsqueda.

Entre estos modos de búsqueda figura en primer lugar una epistemología muy particular: la del innatismo cartesiano y del idealismo kantiano. Se puede reducir a la primacía del sujeto sobre el objeto. E implica el relativismo más completo en materia doctrinal, en primer lugar sobre todos los puntos que se refieren a las relaciones de la Iglesia con respecto a las sociedades civiles y a las otras religiones.

Eso significa para Benedicto XVI que la Iglesia reajusta una relación. No se trata (al menos en la intención del Concilio y del Papa) de cambiar directamente la fe o la Iglesia. Se trata de situar la fe y la Iglesia en una relación renovada con respecto a la modernidad, con el fin de lograr la adaptación que se considere necesaria por los cambios que sobrevinieron en la época moderna, lo que Juan Pablo II llamó una “renovatio accommodata”.[10 ]

El Cardenal Ratzinger expresaba el mismo punto de vista, cuando afirmaba que “El texto de Gaudium et spes juega el papel de un contraSyllabus en la medida en la que representa una tentativa para una reconciliación oficial de la Iglesia con el mundo, tal como éste había cambiado desde 1789”.[11 ] Por su parte, Mons. Lefebvre constataba que las enseñanzas del Vaticano II realizaron “la conversión de la Iglesia al mundo”[12 ] y consagraron “el triunfo de las ideas liberales”.[13 ]

Pensamiento moderno

La Fraternidad San Pío X no asegura que este cambio de definición afecte todas las enseñanzas del Vaticano II, de manera global. Simplemente tomamos nota de lo que dicen Juan XXIII y Benedicto XVI y constatamos que, en algunos puntos determinados, el Concilio Vaticano II adoptó el enfoque mismo del pensamiento moderno y que esto lo llevó a dar, de la relación de la Iglesia tanto con respecto a las sociedades civiles como con respecto a otras religiones, un nuevo concepto, incompatible con el del Magisterio anterior. El Magisterio es por definición constante. Las afirmaciones que parecen ser incompatibles con lo que éste ya ha propuesto no se podrían revestir de valor propiamente magisterial.

Por consiguiente, negamos que las enseñanzas del Vaticano II sobre la libertad religiosa y el ecumenismo (así como las que se refieren a la colegialidad y a la nueva eclesiología) se puedan imponer bajo el título de un Magisterio verdadero y exacto. Es cierto que estos cuatro puntos no son por sí solos el Concilio en su totalidad. Mons. Lefebvre dijo que él nunca había rechazado en bloque el Concilio Vaticano II.[14 ] Por consiguiente, si el Concilio puso en práctica formas de pensar sujetas a debate, el hecho de esta situación debe ser examinado en cada caso, por texto. Y eso es lo que hacemos, sobre los puntos señalados.


Para ir más lejos:

 

  • Mons. Lefebvre, “Vaticano II. La autoridad de un concilio en cuestión”, Instituto Universitario San Pío X, Vu de haut, núm. 13, 2006.
  • Autorité et réception du concile Vatican II. Études théologiques. Quatrième symposium de Paris [Autoridad y recepción del Concilio Vaticano II. Estudios teológicos. Cuarto simposio de París] (6-7-8 de octubre de 2005), Vu de haut, número especial, 2006.
  • Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Magistère de soufre. Études théologiques sur le concile Vatican II [Magisterio de azufre. Estudios teológicos sobre el Concilio Vaticano II], Iris, 2009.
  • Padre Álvaro Calderón, “Peut-on critiquer Vatican II” [¿Se puede criticar el Vaticano II?] en Le Sel de la terre [La sal de la tierra], núm. 47, pp. 10-96; núm. 55, pp. 124-178; núm. 60, pp. 45-86.
  • Padre Jean-Michel Gleize : “Magistère et foi” [Magisterio y fe], Courrier de Rome núm. 346 (536) de julio-agosto de 2011
  • Padre Jean-Michel Gleize : “Une question cruciale” [Una cuestión crucial], Courrier de Rome núm. 350 (540) de diciembre de 2011
  • 4Benedicto XVI, “Discurso a la Curia el 22 de diciembre de 2005” en DC 2350, p. 62.
  • 5Benedicto XVI, “Discurso a la Curia el 22 de diciembre de 2005” en DC 2350, p. 59.
  • 6Benedicto XVI, “Discurso a la Curia el 22 de diciembre de 2005” en DC 2350, p. 61.
  • 7Benedicto XVI, “Discurso a la Curia el 22 de diciembre de 2005” en DC 2350, p. 60.
  • 8Hablamos de lo “nuevo” y de lo “antiguo” (nova et vetera). Otro punto de vista posible sería el de “recientemente” y “antiguamente”. Es posible e incluso deseable dar una expresión nueva, es decir, más precisa, a las definiciones, sin cambiarlas. Esto es lo que hace el Magisterio, cuando explica el depósito de la fe. Pero para expresarse recientemente, el Magisterio jamás dice nada nuevo: “non nova sed nove”, dice San Vicente de Lérins en su Commonitorium. Otra fue la intención del Vaticano II: Benedicto XVI no dice que este Concilio haya querido expresar recientemente la misma definición; dice que quiso dar una nueva definición, determinando de una manera nueva la relación de la Iglesia con el mundo moderno.
  • 9Cardenal Joseph Ratzinger, presentación de la Instrucción Donum veritatis en L'Osservatore romano, edición semanal en lengua francesa, 10 de julio de 1990, p. 9.
  • 10Tal es el título del decreto conciliar Perfectae caritatis sobre la vida religiosa (“De accommodata renovatione vitae religiosae”). Esta expresión fue retomada y extendida a toda la Tradición por Juan Pablo II: “Las enseñanzas del Concilio Vaticano II son la expresión y el sello de esta Tradición en el sentido de una renovación adaptada (accommodata renovatio)” (Juan Pablo II, “Carta a los sacerdotes para el Jueves Santo, del 10 de marzo de 1991” en DC núm. 2026,. col 369).
  • 11Cardenal Joseph Ratzinger, Les Principes de la théologie catholique. Esquisse et matériaux [Principios de la teología católica. Esbozo y materiales], Téqui, 1982, p. 427.
  • 12Mons. Lefebvre, Ils L’ont découronné [Le destronaron], Fideliter, 1987, p. 217.
  • 13Mons. Lefebvre, Ils L’ont découronné [Le destronaron], Fideliter, 1987, p. 219.
  • 14Mons. Lefebvre, Ils L’ont découronné [Le destronaron], Editions Fideliter, 1986, p. XIII.