El Sacerdote

“Tú eres Sacerdote sempiterno, según el orden de Melquisedec.” (Ps 109, 4).

El Sacerdote es un hombre de Dios. Por su ordenación, participa en el Sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo. Ha sido reservado para la adoración de Dios. Su papel no es un empleo, es una vida.

Cada Sacerdote tiene dos funciones principales: ofrecer las cosas de los hombres a Dios y dar las cosas de Dios a los hombres. Nuestro Señor Jesucristo, al ser verdadero Dios y verdadero hombre, es el Sumo Sacerdote supremo. Él cumple con estos dos papeles de la manera más perfecta posible. Se ofrece como un sacrificio infinito a Dios, para expiar los pecados de la humanidad. Mediante este mismo sacrificio obtiene y distribuye todas las bendiciones sobrenaturales que bajan de Dios a los hombres.

Instrumento

Jesucristo no quiso ejercer su Sacerdocio solo, sino que escogió y continúa escogiendo hasta hoy a ciertos hombres, para participar de Sus poderes sacerdotales. Él quiere que estos hombres ofrezcan de nuevo su sacrificio a Dios y que apliquen sus frutos a sus semejantes, hasta el fin de los tiempos. Los Sacerdotes Católicos, gracias al poder que da el carácter del Orden Sacerdotal, pueden ofrecer a Jesucristo en la Misa al Padre eterno y derramar la gracia de Cristo sobre los hombres. A diferencia de Jesucristo, no tienen autoridad sobre el orden sobrenatural, pero ejercen el poder, bien determinado, que les ha sido concedido como instrumentos del Sacerdocio de Cristo.

Doctor y guía

Los Sacerdotes Católicos reciben también de la Iglesia el papel de enseñar y de gobernar a los fieles que les son confiados. En estos papeles, el Sacerdote edifica el Cuerpo místico de Cristo instruyendo a los Católicos en la fe y conduciéndolos a su fin sobrenatural.

Puesto que el Sacerdocio es un oficio esencialmente sobrenatural, Dios solo puede decidir quién debe o quién no debe hacerse Sacerdote. Aunque existe un cierto número de exigencias mínimas al nivel natural para hacerse Sacerdote, lo que finalmente determina la vocación es una atracción interior, puesta en el alma por Dios, hacia el Sacerdocio. Un joven necesita mucha ayuda para determinar si Dios lo llama y, en la actualidad, ingresando en una casa de formación se logra obtener una respuesta clara. Solamente ahí, la voluntad de Dios se vuelve evidente, a la vez para el joven y para quienes están a cargo de discernir su vocación.

Otro Cristo

En pocas palabras, Jesucristo llama a ciertos hombres a ejercer su Sacerdocio sobre la Tierra, para ofrecer los más importantes beneficios para la humanidad. Un joven que se pregunta si Jesucristo lo llama, se plantea la pregunta más crucial de su vida. La respuesta se obtiene mediante la oración, la reflexión, la consulta y, en definitiva, discerniendo su vocación en un seminario.