Las principales preocupaciones doctrinales
Según el testimonio mismo de los Papas Juan XXIII y Pablo VI, el Concilio Vaticano II quiso distinguirse de todos los demás por un "objetivo pastoral", que el Papa Benedicto XVI, en su Discurso del 22 de diciembre de 2005, explica diciendo que el Vaticano II se propuso definir de una manera nueva “la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno”.
Esta nueva visión tuvo por efecto inmediato el cuestionamiento de las verdades enseñadas por el Magisterio auténtico de la Iglesia como pertenecientes definitivamente al tesoro de la Tradición, como lo pudo constatar Mons. Lefebvre desde el final del Concilio:
El mal actual no es otro sino la continuación lógica de las herejías y los errores que atentan contra la Iglesia desde los últimos siglos, especialmente desde el liberalismo del siglo pasado, que se esforzó por todos los medios en conciliar la Iglesia y las ideas que llevaron a la Revolución. [...]
Asistimos a la boda de la Iglesia con las ideas liberales. Sería negar la evidencia, cerrarse los ojos, el no afirmar con valentía que el Concilio permitió a aquellos que profesan los errores y las tendencias condenadas por los Papas creer legítimamente que sus doctrinas eran desde ese momento aprobadas. [...]
Por lo tanto, a juzgar por los hechos, es necesario deducir que el Concilio favoreció de una manera inconcebible la difusión de los errores liberales. La fe, la moral, la disciplina eclesiástica son quebrantadas en sus fundamentos, según las predicciones de todos los Papas. La destrucción de la Iglesia avanza a pasos agigantados".[1]
- 1Mons. Lefebvre, “Carta del 20 de diciembre de 1966 dirigida al Cardenal Ottaviani en J’accuse le Concile [Yo acuso al Concilio], Ed. Saint-Gabriel, Martigny, 1976, pp. 107-111.